Quien no ha vivido de ilusiones. Quien no ha soñado en alguna ocasión en convertirse en una estrella del fútbol mundial, o ser protagonista de una película de Hollywood. Soñar es gratis, pero luchar por hacer los sueños realidad cuesta mucho trabajo, mucho sacrificio.
Irene Valdés Moreno decidió cumplir el suyo: ser conductora profesional de un vehículo de carga, a través del Semillero de Conductores de Guanajuato.
De todos los retos que le ha puesto la vida éste es el que más le ilusiona. La expectativa de una madre soltera, que se enamoró del sonido del freno del motor en las calles y que dejó perder su trabajo anterior para manejar camiones, es inmensa, como la carretera.
“En mi familia nadie se ha dedicado a este oficio. El gusto por los camiones nació en mi trabajo anterior como guardia de seguridad para una empresa mercantil, acá en Guanajuato. Me tocaba recibir a visitantes y cargas en la caseta de vigilancia principal. Era un trabajo rutinario. Pero, una vez, bajó de un camión una mujer: era la conductora. No lo podía creer. No exagero si te digo que le hice reverencia. Y le platiqué de esta cosquilla que traía de manejar un camión. Ella fue quien me animó a seguir mi sueño. Me platicó de las escuelas y los cursos de capacitación que se ofrecen y me dijo que este sector necesitaba de mujeres por qué sembramos disciplina y entrega,”, explica en entrevista Irene, quien a sus más de 40 años ha decidido romper paradigmas.
La ruta para adentrarse en el sector empieza de contrabando. Coordinó los días de vacaciones de su trabajo anterior para acompañar a un amigo operador en un viaje a Tijuana. “Además de aprender a manejar, conocería nuevas tierras”, dice.
Y lo dejó todo. Avisó a sus hijas en casa que haría el viaje, y con mochila en mano se subió a ese camión que cambiaría su destino. El trayecto a Tijuana duró más que el periodo permitido de vacaciones y perdió el trabajo. “Fui baja automática, pero hoy sé que valió la pena. De hecho, repetí la anécdota durante todo un mes y me enamoré aún más de este oficio; los caminos, los nuevos lugares, y nueva gente fue lo que me hizo decidir que esto es lo que quiero hacer el resto de mis días”.
La determinación de Irene le hizo tocar muchas puertas que parecían estar cerradas para ella. “Llamé a empresas que tienen escuelas propias, pero todas me dijeron que buscaban hombres y con experiencia comprobable. No entiendo cómo es que le llaman escuela si quieren alumnos que ya sepan; ¿no se supone que justamente la escuela es para enseñar?”, lamenta Irene.
Cuando más lejana veía la posibilidad de transportar mercancías, en diciembre del año pasado recibió la llamada de la excompañera que se quedó en su anterior puesto de trabajo. Sabedora del sueño de Irene, ésta le compartió el teléfono de CANACAR León y del IECA, con todos los datos necesarios para registrarse al siguiente Semillero.
El resto es historia. El lunes 24 de mayo de 2021 quedará marcado en la vida de Irene como el día que empezó a construir el camino de la felicidad. Gracias a la oferta laboral que ofrece la empresa TRACUSA y de los apoyos para la capacitación que el Gobierno del Estado de Guanajuato, el IECA, el Clúster Logístico y de Movilidad y CANACAR ofrecen, ahora solo dependerá de Irene ser la mejor mujer operadora que haya tenido esta reconocida empresa del Bajío.