En una era de creciente interconexión económica, las infraestructuras de transporte juegan un papel esencial en el desarrollo regional, especialmente las autopistas, ya que destacan no solo por facilitar el tránsito de personas y productos, sino por actuar como catalizadores clave para el crecimiento económico. En México, el transporte de carga terrestre representa el 81% de la carga movilizada y traslada el 56% del total de toneladas del país, constituyendo el 3.5% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional. (GIZ, 2021).
En este sentido, es importante reconocer que la construcción, operación y conservación de estas vías no solo crean una diversidad de empleos directos e indirectos, sino que también estimulan la actividad en sectores como el comercio, la logística, el turismo y los servicios. Una infraestructura vial bien desarrollada y en óptimas condiciones es crucial para atraer y retener inversionistas, ya que mejora la conectividad y optimiza la logística, reduciendo los costos operativos y los riesgos asociados. Esto facilita la expansión de nuevas oportunidades económicas, fomenta el crecimiento regional y aumenta la viabilidad de los proyectos empresariales, lo que, a su vez, contribuye significativamente en el desarrollo de las regiones.
Por ejemplo, en los últimos años, el fenómeno del nearshoring ha cobrado una relevancia significativa en México, ya que las empresas multinacionales han buscado optimizar sus cadenas de suministro y reducir costos comenzando a trasladar sus operaciones más cerca de los Estados Unidos, impulsado una mayor demanda de infraestructura moderna y eficiente en regiones estratégicas.
El impacto positivo se refleja en las estadísticas proporcionadas por la Secretaría de Economía, que indican que la Inversión Extranjera Directa (IED) en México alcanzó un nuevo máximo histórico durante el segundo trimestre de 2024. En ese periodo, se registró un total de 31,096 millones de dólares (mdd), lo que representa un incremento del 7% en comparación con el mismo trimestre del año anterior.
En este contexto, la Autopista Monterrey-Saltillo ha jugado un papel crucial en la conectividad entre las ciudades de Monterrey, uno de los principales centros económicos en el norte de México, y Saltillo, un hub industrial en expansión, facilitado el establecimiento de nuevos centros de distribución y plantas de manufactura en la región. Este desarrollo no solo ha dinamizado los mercados locales, sino que ha contribuido a la reducción de costos operativos y a una mayor expansión empresarial.
La mejora en la conectividad proporcionada por las autopistas no solo impulsa la actividad económica y la creación de empleo, sino que también puede contribuir a mejorar la calidad de vida. De esta forma, las autopistas se convierten en pilares clave para el progreso económico y social de las regiones en las que se encuentran, contribuyendo a un futuro más próspero y dinámico.